jueves, 30 de septiembre de 2010

Pendientes


Quiero gritar un gol en el último minuto, para después perderme en un pogo interminable y celebrar las treinta noches del mes. Treinta sábados. Apretar fuerte mi puño y entonces pegarle una buena trompada a cada obligación que llevo impresa, sin dejar ningún mandato en pie. Voy a tomar vino hasta hacerme inmune a la resaca, brindar con los ausentes conocidos y los presentes desconocidos. Aclarar los tantos con la muerte y amigarme con la vida. Anotarme en el registro de los libres y sacar un pasaje en micro a cualquier lado, y caminar, no parar de caminar. Escribir, para nadie, toda la puta noche, hasta empacharme de palabras. Que cuando la costumbre me vea le tiemblen las piernas, que se sienta finita, por esta noche, por mañana, para siempre. Construir una casa en los márgenes para no mudarme más y así sentar cabeza donde me canten, felices, las neuronas. Saldar, de un saque, todas las deudas que mantengo con mis sueños y deseos. Jurarle indiferencia a los tiempos calendarios y homenajearlos en la elegancia de la ignorancia. Pasar una temporada en el bosque, la playa o la montaña. Elegir cada paso, cada destino, sin más contemplaciones que ser fiel a lo que quiero en ese instante. Sacar a pasear al miedo y dejarlo abandonado, a la deriva, en una ruta sin señales. No olvidar mi lista de pendientes cada vez que arme de nuevo el equipaje.





1 comentario:

Caléndula dijo...

Te capté Martín, para eso sirve la palabra en el arte, como vos sugerís en mi blog, atraviesa los márgenes y nos deja ver algo más. Y Andrés Calamaro sabe de eso también. Creo que es por la libertad tu pregunta esencial.