miércoles, 18 de julio de 2007

La mujer según Zaratustra

De viejecillas y de jovencillas.

Por qué te deslizas a escondidas y de manera esquiva en el crepúsculo, Zaratustra? ¿Qué es lo que escondes con tanto cuidado bajo tu manto? ¿Es un tesoro que te han regalado? ¿O un niño que has dado a luz? ¿O es que tú mismo sigues ahora los caminos de los ladrones, tú amigo de los malvados?» - ¡En verdad, hermano mío!, dijo Zaratustra, es un tesoro que me han regalado: es una pequeña verdad lo que llevo conmigo. Pero es revoltosa como un niño pequeño; y si no le tapo la boca, grita a voz en cuello.
Cuando hoy recorría solo mi camino, a la hora en que el sol se pone, me encontré con una viejecilla, la cual habló así a mi alma: «Muchas cosas nos ha dicho Zaratustra también a nosotras las mujeres, pero nunca nos ha hablado sobre la mujer».
Y yo le repliqué: «Sobre la mujer se debe hablar tan sólo a varones».
«Háblame también a mí acerca de la mujer, dijo ella; soy bastante vieja para volver a olvidarlo enseguida.» Y yo accedí al ruego de la viejecilla y le hablé así : Todo en la mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una única solución: se llama embarazo.
El varón es para la mujer un medio: la finalidad es siempre el hijo. ¿Pero qué es la mujer para el varón? Dos cosas quiere el varón auténtico: peligro y juego. Por ello quiere él a la mujer, que es el más peligroso de los juguetes.
El varón debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la recreación del guerrero: todo lo demás es tontería.
Los frutos demasiado dulces - al guerrero no le gustan. Por ello le gusta la mujer: amarga es incluso la más dulce de las mujeres.
La mujer entiende a los niños mejor que el varón, pero éste es más niño que aquélla.
En el varón auténtico se esconde un niño: éste quiere jugar. ¡Adelante, mujeres, descubrid el niño en el varón! Sea un juguete la mujer, puro y delicado, semejante a la piedra preciosa, iluminado por las virtudes de un mundo que todavía no existe.
¡Resplandezca en vuestro amor el rayo de una estrella! Diga vuestra voluntad: «¡Ojalá diese yo a luz el superhombre!» ¡Haya valentía en vuestro amor! ¡Con vuestro amor debéis lanzaros contra aquel que os infunde miedo! ¡Que vuestro honor esté en vuestro amor! Por lo demás, poco entiende de honor la mujer.
Pero sea vuestro honor amar siempre más de lo que sois amadas y no ser nunca las segundas.
Tema el varón a la mujer cuando ésta ama: entonces realiza ella todos los sacrificios, y todo lo demás lo considera carente de valor.
Tema el varón a la mujer cuando ésta odia: pues en el fondo del alma el varón es tan sólo malvado, pero la mujer es allí mala.
¿A quién odia más la mujer? - Así le dijo el hierro al imán: «A ti es a lo que más odio, porque atraes, pero no eres bastante fuerte para retener».
La felicidad del varón se llama: yo quiero. La felicidad de la mujer se llama: él quiere.
«¡Mira, justo ahora se ha vuelto perfecto el mundo!» - así piensa toda mujer cuando obedece desde la plenitud del amor.
Y la mujer tiene que obedecer y tiene que encontrar una profundidad para su superficie.
Superficie es el ánimo de la mujer, una móvil piel tempestuosa sobre aguas poco profundas.
Pero el ánimo del varón es profundo, su corriente ruge en cavernas subterráneas: la mujer presiente su fuerza, mas no la comprende. - Entonces me replicó la viejecilla: «Muchas gentilezas acaba de decir Zaratustra, y sobre todo para quienes son bastante jóvenes para ellas.
¡Es extraño, Zaratustra conoce poco a las mujeres, y, sin embargo, tiene razón sobre ellas! ¿Ocurre esto acaso porque para la mujer nada es imposible?¡Y ahora toma, en agradecimiento, una pequeña verdad! ¡Yo soy bastante vieja para ella! Envuélvela bien y tápale la boca: de lo contrario grita a voz en cuello esta pequeña verdad.
«¡Dame, mujer, tu pequeña verdad!», dije yo. Y así habló la viejecilla: «¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!»

Así habló Zaratustra.

viernes, 13 de julio de 2007

¿CUANTO TE PAGAN POR IZAR LA BANDERA?


Somos el miedo de los gobiernos que mienten en nombre de la verdad. El miedo del poder militar, económico y jurídico que impide la comunicación humana de pueblo a pueblo.
Somos el miedo de la soberanía de los piratas del mundo que mutilan el estado de ánimo e impiden la emociones reveladoras.
Somos el miedo del poder de los déspotas que reside en mecanismos impersonales. El miedo de las estructuras burocráticas que desalientan las conductas exploratorias. El miedo de las grandes fortunas que se robaron de los derechos naturales. El miedo de los centros de poder que amenazan con la destrucción total . El de esos varones sensatos y "prácticos" que desean dejar su huella en la historia y creen solamente en lo que pueden forzar y controlar.
Somos el miedo de quienes nos adiestran a ser corteses cuando alguna institución nos pisotea. El miedo de quienes temen a los cambios pues su status depende de la rutina y del tiempo de otras personas. El miedo de las tecnologías caprichosas que nos obligan a valorarlas adoptando siempre sus supuestos básicos.
Somos el viejísimo miedo agazapado en todos los rincones del Imperio y estamos encantados ¡encantados!


Carlos Solari


Pequeño homenaje a quien supo ser la voz del mayor fenómeno que se pudo producir alguna vez en la historia del rock de nuestro país. La ausencia de los redondos deja un vacío infinito. No perdemos las ilusiones de una última gran misa, amén.

¿ Por qué ?


Porque todavía creemos en el pensamiento como escape a la realidad postal congelada y definida.

Porque reconocemos a los que pensaron, escribieron y sintieron sobre lo esencial en la eternidad.

Porque nos reímos de la "verdad" dibujada por la razón y los valores de sujetos motivados por la hipocresía.

Porque nos conmueve esquivar los barrotes del imperio, agazapados para darle otro guiño cómplice a la verdadera libertad.

Porque algún espíritu inquieto y vacío quizás salga de este lugar menos quieto y más lleno que nunca...

lunes, 9 de julio de 2007

La respuesta está soplando en el viento

¿Cuántos caminos tiene que andar un hombre antes de que le llaméis hombre?¿Cuántos mares tiene que surcar la paloma blanca antes de poder descansar en la arena? Sí, ¿y cuánto tiempo tienen que volar las balas de cañón antes de que sean prohibidas para siempre? La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,la respuesta está soplando en el viento.
Sí, ¿y cuánto tiempo tiene un hombre que mirar hacia arriba antes de que pueda ver el cielo? Sí, ¿y cuántos oídos tiene que tener un hombre para que pueda oír a la gente gritar? Sí, ¿y cuántas muertes se aceptarán, hasta que se sepa que ya ha muerto demasiada gente? La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,la respuesta está soplando en el viento.
Sí, ¿y cuántos años puede existir una montaña antes de ser bañada por el mar? Sí, ¿y cuántos años deben vivir algunos antes de que se les conceda ser libres? Sí, ¿y cuantas veces puede un hombre volver la cabeza fingiendo no ver lo que ve? La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento,la respuesta está soplando en el viento.

sábado, 7 de julio de 2007

La subjetividad del tiempo

Máximas (algunas)


Avanzar siempre con la linterna prendida
Buscar el saber intranquilizador
No ahogarse en la lógica del tener para ser
Disfrutar de las pasiones y aceptarlas como virtudes
Mirar el Sol sin velo
No recular en chancleta
Pactar con el día, que la noche siempre llega

No renunciar a nuestros estados supremos de existencia
Combatir el discurso del amo
No caer en los dominios de la telaraña de la costumbre
Saber que no tenemos precio, aunque el sistema se canse de codificarnos y colocarnos en despreciables góndolas
Entregarse a la permanente búsqueda de la verdadera libertad


martes, 3 de julio de 2007

La sospecha de la conciencia

El fundamento de la modernidad fue el saber de sí que va progresando en el tiempo. Su crisis consiste en que no puede saberlo todo. Que el progreso no está garantizado por el transcurso del tiempo. Que ya no hay una filosofía de la historia. Finalmente, el sujeto del saber absoluto se muestra dependiente, fragmentado, impotente... La conciencia deja de aparecer en su transparencia para verse como un conjunto de velos, que enmascaran un núcleo al que nunca se llega. Este proceso de desvelamiento pone en duda también la noción de verdad. Lo que se creía verdadero no es más que una construcción que se hace coincidir mediante un forzamiento de lo real para que se ajuste al esquema representativo. La conciencia no se puede saber así misma y sólo se la puede explicar desde afuera de ella.
Surgen nuevas metáforas para la conciencia, ahora es velo, disfraz, autoengaño, ideología... Y lo que se plantea es que ella es el efecto de sus determinaciones y no la causa de su ser. De otro modo, que el sujeto ya no es subiectum en el sentido de fundamento, sino más sujeto de sujetado, atado a una serie de instancias de las que ya no es razón, fuente ni origen.
Nietzsche denuncia que en el origen sólo se encuentra la voluntad de poder del amo, que constituye lo que le conviene, lo bueno para sí, que pasa a ser lo bueno en sí para el resto que acepta las imposiciones del más fuerte. Frente a esta fuerza activa (del amo), las fuerzas reactivas (del esclavo), que no pueden generar valores por la debilidad de su voluntad, transforman en moralidad su propia derrota. Así la compasión, la piedad, la humildad aparecen como genuinas concepciones morales, cuando en realidad son el resabio, lo que queda de espíritus derrotados incapaces de imponer su propia visión del mundo.
Porque mientras haya sujeto habrá velo, ¿quién podría enfrentarse con su propia nada de ser? ¿No haría falta siempre avanzar enmascarados?
No se trata de una nueva filosofía que desplaza a la conciencia sino más bien de una ética. Por eso las preocupaciones girarán de ahora en más, no en torno al estatuto filosófico del sujeto sino a su condicionamiento ético. Así un ser viviente arrojado en un tiempo y un espacio se constituirá en sujeto por la vía de una ley, la de la lengua, la de la cultura que lo arranca para siempre, no sin dolor, del ámbito de la naturaleza.

Agradecemos desde aquí a Alejandra Gonzalez por ayudarnos a encender nuestra linterna, iluminando el falso día, ese desierto que avanza en la mentirosa luz de la ilustración universal.

lunes, 2 de julio de 2007

Llegaremos a ser libres cuando dejemos de elegir la condición de esclavos del sistema para ser amos de nuestra propia vida


Toda voluntad de saber implica una voluntad de poder. Por lo tanto la voluntad excesiva de saber de Fausto implica una voluntad excesiva de poder. Y es esta trasgresión del saber (y del poder) la que termina convirtiendo a Fausto en un monstruo.
Intenta descifrar racionalmente su ser. Su saber científico no le alcanza para explicar su ser y conquistar a Margarita, por lo que requiere de un saber esotérico, magia y hasta un pacto con el diablo: “he estudiado filosofía, teología, ingeniería y ahora veo que no se nada […] magia es lo que necesito… (1)
Entiendo al Fausto de Goethe como una metáfora de la burguesía alemana de su época, a la cual al igual que a Fausto, su excesiva ambición de dominio / poder terminará destruyendo.
Se ve en la obra la expresión del evolucionismo goetheano: “te moverás según normas eternas, atravesando formas incontables, hasta que seas hombre tienes tiempo.” (2)
También Fausto tendrá tiempo para esforzarse en revertir su accionar, aunque no lo logre, será este esfuerzo el que termine salvándolo: “a quien siempre se esfuerza podemos rescatar y redimir” (3) dicen los ángeles al rescatar su alma del infierno, y podríamos agregar: la salvación será para quien no cesa de esforzarse y aspira siempre hacia lo alto.
Es el racionalismo absoluto, la interpretación del hombre como máquina y la ambición desmedida de poder los que llevan a Fausto a su perdición.
Entender al Fausto goetheano como metáfora de la burguesía, nos permite entender también al modo de producción capitalista como pérdida del propio cuerpo, que se transforma en un medio de producción para otro, en una máquina.
En este método de producción en cuanto un objeto es adquirido pierde su valor que tenía cuando no nos pertenecía e inmediatamente es reemplazado por otro, que sufrirá el mismo proceso de vaciamiento en cuanto nos pertenezca. Así se produce indefinidamente el proceso de producción y consumo.
Este mecanismo se refleja en los vínculos sociales en donde hombres y mujeres cosificados se comprometen en un circuito indefinido de apetencia, consumo, desgaste y sustitución.
Esta misma lógica del modo de producción capitalista se presenta en la idea de progreso indefinido de la razón moderna (filosofía de la historia). Goethe dispara desde Fausto contra el idealismo absoluto hegeliano, que conquistaba la primacía filosófica en Alemania por los años en que esto se escribe: “resuelto y decidido pareceis, más no vayais a casa en – absoluto”– le dice irónicamente el demonio al bachiller. (4)
Hegel nos dice que a partir de nuestras necesidades llegaremos a ser libre, aunque podemos decir que justamente cuando nos libremos de las necesidades impuestas por esta sociedad de consumo, llegaremos a ser libres.
O más aún, llegaremos a ser libres cuando dejemos de elegir la condición de esclavos del sistema para ser amos de nuestra propia vida.


L.E.A: Goethe. Fausto. Editorial Planeta. 2003. Página 15.
O.C.: Página 246
O.C.: Página 349
O.C.: Página 199