jueves, 30 de septiembre de 2010

Pendientes


Quiero gritar un gol en el último minuto, para después perderme en un pogo interminable y celebrar las treinta noches del mes. Treinta sábados. Apretar fuerte mi puño y entonces pegarle una buena trompada a cada obligación que llevo impresa, sin dejar ningún mandato en pie. Voy a tomar vino hasta hacerme inmune a la resaca, brindar con los ausentes conocidos y los presentes desconocidos. Aclarar los tantos con la muerte y amigarme con la vida. Anotarme en el registro de los libres y sacar un pasaje en micro a cualquier lado, y caminar, no parar de caminar. Escribir, para nadie, toda la puta noche, hasta empacharme de palabras. Que cuando la costumbre me vea le tiemblen las piernas, que se sienta finita, por esta noche, por mañana, para siempre. Construir una casa en los márgenes para no mudarme más y así sentar cabeza donde me canten, felices, las neuronas. Saldar, de un saque, todas las deudas que mantengo con mis sueños y deseos. Jurarle indiferencia a los tiempos calendarios y homenajearlos en la elegancia de la ignorancia. Pasar una temporada en el bosque, la playa o la montaña. Elegir cada paso, cada destino, sin más contemplaciones que ser fiel a lo que quiero en ese instante. Sacar a pasear al miedo y dejarlo abandonado, a la deriva, en una ruta sin señales. No olvidar mi lista de pendientes cada vez que arme de nuevo el equipaje.





jueves, 23 de septiembre de 2010

Huesos del tiempo


Busqué lo divino
en rincones
en los pasajes secretos
y siempre el mismo,
infranqueable,
obstáculo del mundo

sin escape posible
cuando el lejos de ayer
fue la casa del ahora.

La historia sigue girando
alrededor de la tierra
formando,
creando al mundo
dibujando un relato
de aparente eternidad
 
la salud perdida
los momentos olvidados
catadores del fracaso
de lo que fuimos
de lo que nunca quisimos.

Días largos compusieron años cortos
tradiciones clavadas
en los instantes inquietos
del ser
de las cosas,
de nosotros.

Juego de reglas veloces
pieles atravesadas
por la risa
cruel,
infinita
de un tiempo que se va.


 

La imagen es del dibujante Horacio Castro

viernes, 17 de septiembre de 2010

Manifiesto del idiotismo útil

Creemos firmemente que hay un orden natural que rige cada uno de los aspectos de las relaciones sociales (de ahora en más le llamaremos el Orden), habiendo nacido algunos para mandar y otros para obedecer. No tenemos claro el criterio por el que uno está de un lado y no de otro, simplemente sabemos que es así. Cualquier tentativa de subvertir o modificar el Orden tiene "olor a política" y eso no es en lo absoluto de nuestro agrado. No admitimos buscar en la historia las explicaciones del presente ya que eso sería "vivir en el pasado" o "mirar para atrás". Los trabajadores que realizan huelgas o reclamos son vagos, a la fábrica, o a la oficina, se va a trabajar. Los estudiantes no deben tomar establecimientos educativos, ni hacer marchas, ni mucho menos "hacer política". A la escuela, o a la universidad, se va estudiar, sobre todo a la pública, la cual pagamos con los impuestos que nos roban los políticos. Quién esté en desacuerdo con el Orden siempre tendrá la opción de irse a vivir a Cuba. Los derechos humanos son para la "gente común", no para los delincuentes. A las personas que no comulgan con nuestros preceptos sólo les cabe el adjetivo de "resentidos". Generar caos en el tránsito es la más intolerable de las acciones que pueda cometer un ser humano.
En las páginas de los diarios se comenta con mayúsculas, sino NO SE COMENTA. Sólo podrá ser calificado como uno de los nuestros aquel que, siendo uno de los perjudicados por el Orden, defienda al Orden aún más que los grandes beneficiados por el mismo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Eramos tan progres

 

Y llegó el día en que los progres de ayer se transformaron en los conservadores de hoy. 
El conservador quiere conservar un determinado estado de cosas, un statu quo, pero ¿qué situación querrá conservar la (ex) aristocracia periodística de la vanguardia progresista (Lanata, Tenembaum, Caparros)? Pareciera percibirse una nostalgia de aquello que como bien señaló Aliverti "era fácil", aunque quizás se trate de la nostalgia sabinesca de "añorar lo que nunca jamás sucedió", del dolor de ya no ser una elite fiscalizadora de la moral política. Deberían entender que son conservadores ingenuamente tardíos, porque pretenden conservar lo que no existe más, un estado de cosas que compartió su tiempo de esplendor con el de la pizza con champagne.
Si a un gobierno netamente de derecha y neoliberal lo atacás desde el lugar del denuncismo compulsivo te vas a colocar a la izquierda de ese gobierno (más por lo que representa el denunciado que por lo que realmente es el denunciante). Pero si usas el mismo método para atacar a un gobierno que, desde sus acciones, contradice muchas lógicas y lugares comunes de la derecha neoliberal, ¿dónde vas a quedar parado?, la realidad indica que más cerca de Majul o Mariano Grondona que de Osvaldo Bayer.
Habrá que aceptar que el kirchnerismo vino a pegarle una patada en culo a una considerable cantidad de certezas, incluída esa que sentíamos los domingos noventistas por la noche, cuando empezaba "Día D" y escuchábamos la canción "el perro" de Andrés Calamaro.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Legado


Al ver esta especie de homenaje que me rinden algunos que supieron odiarme, se despiertan en mí las fantasías que creía adormecidas para siempre, o peor aún, sepultadas bajo tierra en algún rincón de mi cerebro.
Mi voluntad de dominio dio sus merecidos frutos. Han quedado atrás las lluvias de una época gris, oscura; un tiempo en el que mis detractores se hicieron un banquete con mis errores y contradicciones. Lamento que muchos de ellos estén muertos, daría lo que fuera por que atestiguaran su derrota, patética y final.
Siempre creí en el valor de mis elecciones, en mi autonomía frente a lo que aquellos titulaban “destino”. Tenía la certeza que de que eso, el destino, no era más que un muro mental imaginario que debía traspasar con la tenaz voluntad de mi conciencia.
Vivir en un constante estado de aventura fue crucial para llegar hasta este día de júbilo esperado. Jugar el juego de vivir siendo consciente de que siempre se está a punto de perderlo todo, sabiendo que basta un instante de fugaz infortunio para eliminar la más dulce de las rachas. Sólo así pude encantarme a través del viaje entre variados estados de ánimo, los cuáles tenían en común un mismo grado de alta intensidad, como si se tratara de un “nirvana existencial”. Quizás esa haya sido la expresión del arte que mejor dominé, en la nunca dejé de incursionar, trayendo a mi vida - de contrabando -  experiencias que, a priori, no me pertenecían según el coro de los ilustres que vivían convencidos de la idea de que todo lo sabían, creyéndose propietarios de una triste inmunidad a la sorpresa.
Por la noche fui tejiendo mis modestas reivindicaciones, parciales victorias que me fueron transformando en un adicto a las pulsiones creativas que permanecen escondidas en rincones de nocturnidad.
Parece que ya es hora de comenzar, de subirme y hacerme, al fin, dueño del escenario, de compartir lo poco (pero valioso) que pude aprender durante estas décadas de vida. Supongo que ya alcancé el futuro, que a partir de ahora solo me restará gozar un continuo y dichoso presente.
Hoy, sigo negando la idea de destino, sin embargo, creo posible que exista algo muy parecido a la Justicia.