miércoles, 26 de mayo de 2010

Apología del festejo


"En muchedumbres cada vez mayores va rodando de un lugar a otro el evangelio de la armonía de los mundos: cantando y bailando manifiéstase el ser humano como miembro de una comunidad superior, más ideal: ha desaprendido a andar y a hablar. Más aún: se siente mágicamente transformado, y en realidad se ha convertido en otra cosa."

Friedrich Nietzsche


El mero hecho de celebrar vale por si mismo. Si a eso le sumamos algunos motivos, nos sobran las excusas para entregarnos al goce dionisíaco. Alzo mi copa y recuerdo, feliz, que el timón de mi patria (palabra que no hay que regalar al diccionario facho) no está en manos de aquellos cipayos que proclaman que estábamos mejor hace cien años: con matanzas del desierto, trágicas semanas asesinas, estado de sitio y ausencia de los más básicos derechos sociales.
Descorcho un señor chamapagne para brindar por el merecido reconocimiento al prócer argentino del siglo XX ...¡a tu salud Comandante!
Otro brindis por el desnudo del absurdo, por el fracaso de la planificación de la tristeza por parte de los profetas del odio que decían que ahora dicen que el país se crispa y se derrumba. Ellos fracasaron. Triunfó la alegría jauretcheana.
Los verdaderos dueños, originarios, de esta tierra, se suman a la fiesta y a la historia que se empieza a escribir menos injusta.
Y ella que también baila desde el palco, un ritmo que no sabe de elites ni diferencias. No tengo dudas, si el hecho maldito fuera un baile, sería murga.


jueves, 20 de mayo de 2010

Creciendo con el pibe de oro

Los papelitos en el centro, las banderas, personas felices por la calle, son algunas de las primeras imágenes que recuerdo asociadas al pibe de oro que por entonces tenía veinticinco años y tomaba el cielo del fútbol por asalto con nada más (y nada menos) que el arte de sus piernas y el milagro de una mano celestial. Yo tenía cinco años, lamento no haber tenido al menos un par de años más, no poder recordar con mayor nitidez lo sucedido en el mundial del 86. Pero su nombre ya sonaba en mí como algo relacionado a algo festivo, a una sensación parecida a cuando nombraban a los reyes magos o a papá noel.


Pasaron dos, tres años y ya entendiendo un poco más que era eso del fútbol el nombre del pibe se asemejaba a una idea de perfección. "¿Te crees que sos Maradona?" solían decirme cada vez que intentaba alguna gambeta o cualquier cosa parecida que fuera patrimonio de los que tuvieran cierta habilidad con los pies.

Terminaba la década del 80, se compraban mucha comida en casa, de un saque, porque decían que al otro día aumentaba mucho, me enteraba lo que significaban las elecciones y que un señor patilludo las había ganado. Empezaba el mundial del 90, tenía el albúm y las figuritas correspondientes, acá los recuerdos se empiezan a visibilizar con más consistencia. Primer partido con unos negros que me parecían más mavados que Skeletor, es que le pegaban mucho al pibe, que ya por esas alturas se empezaba a transformar en un héroe de mi infancia, a la altura de Batman o Superman, nada más que futbolista y de carne y hueso. Pasamos esa primer ronda ahí nomás y vino uno de los partidos que más recuerdo del pibe, ya entendía que con los de camiseta amarilla había una bronca especial y que jugaban decididamente bien. La pelota pegaba en el palo, la sacaba nuestro arquero como podía. En mi casa decían que teníamos un culo terrible, yo empezaba a entender que significaba esa expresión. Y en medio de la angustia silenciosa del segundo tiempo veo que de repente el pibe hace una de las suyas, se saca a uno, a dos, a tres de encima y lo deja sólo a un rubio que parece correr a otra velocidad que el resto, esquiva al arquero y la manda a guardar. Los gritos, el desahogo de la angustia contenida, en medio de la euforia me convencí de que el pibe era realmente un héroe y que no habría villano capaz de vencerlo. Encima el pibe tenía ayudantes como el Goyco que parecían darme la razón con esa idea de la victoria asegurada. El pibe erró su penal contra Yugoslavia y me explicaron que alguna vez podía pasar, que a todos los grandes les pasaba a alguna vez. Metió su penal contra Italia y ahí me tranqulicé al ver que todo volvía a la normalidad. Pero llegó la final y ahí descubrí otros villanos peores que los negros de Camerún: los rubios alemanes, y el peor de todos, el tipo vestido de negro que arbitraba. Nos cobraron ese penal y pensé que Goyco nos salvaría una vez más. El pibe hacía lo que podía, pese a su tobillo maltrecho, pese a la dura marca de los alemanes. Hizo lo que pudo, pero no alcanzó. Me contagié de sus lágrimas instantaneamente. Ese día supe que en la vida real no siempre ganaban los buenos.
Un año después lo agarraron en el departamento de caballito y le detectaron el doping positivo en Italia. Decían que se drogaba, yo no tenía ni idea de que era la droga, pero según lo que escuchaba de algunos adultos parecía que se trataba de un tremendo pecado.
Pasaron quince meses de suspensión el pibe volvió a hacer aquello para lo que había venido a este mundo. La selección penaba para entrar al mundial del 94 y el clamor popular rogaba por el regreso del pìbe al equipo argentino. Y asi fue, volvió, resucitó él y resucitó el equipo. Argentina entró al mundial y con el pibe una vez más de nuestro lado volví a creer en la victoria. Su entrenamiento en triple turno conmovía hasta aquel que en su vida hubiese visto un partido de fútbol. El pibe de oro me enseñaba por ese entonces que con esfuerzo no había nada imposible, que se podía volver de cualquier abismo, sin importar lo profundo que fuera. Su gol a Grecia fue uno de los que más grité en mi vida de hincha, su furia descargada contra la cámara le gritaba al mundo que estaba más vivo que nunca. Después, aquel último acto del pibe contra Nigeria, fue una tarde donde hizo gala de su habilidad, templanza y liderazgo. Estaba en su mejor momento. Y pasó lo que pasó, algo que de tan triste ya era absurdo. Algo que da tan penoso carecía de cualquier sentido que uno pudiera buscarle A mis trece años supe que no sólo no siempre ganaban los buenos sino que también le podían pasar cosas muy, pero muy injustas. Ya entendía de que se trataba la injusticia.
De nuevo la suspensión y otra vez el regreso, al club de sus amores (que siempre lamenté no fuera el mismo que el mío). Al pibe le costó mucho retirarse, tanto que jugó su partido despedida 4 años después de dejar de jugar. Viendo algunas cosas que le pasaron después de dejar la pelota se entiende el porqué: casi se muere, engordó mucho, adelgazó más, confesó lo mal que estaba, se internó, se curó. En paralelo, el equipo argentino nunca dejó de extrañarlo. Pasaron tres mundiales con similares decepciones. Yo igual ya era todo un hombre y no creía más en victorias de los buenos y mucho menos sin él con la diez en la espalda.

Hoy, el pibe ya es abuelo. Está de nuevo en la selección, pero ya no hace de las suyas en la cancha, ahora está en el banco de suplentes, ordenando, dirgiendo, motivando. Apareció un nuevo pibe que juega parecido a aquel pibe, un zurdo que hace goles hermosos, parecidos a aquellos, pero parece que todavía le falta ese plus, eso que algunos llaman fuego sagrado. Quizás el destino lo haya puesto bajo la dirección del pibe de oro para que le transfiera ese plus que le falta. El tiempo lo dirá. Su primer acto mundialista como director técnico será contra Nigeria, el mismo rival de la amarga despedida en tierras yanquis. Yo vuelvo a creer, mis casi treinta años no son un óbstaculo para convencerme de nuevo de que esta vez, al fín, ganarán los buenos.

martes, 11 de mayo de 2010

Comentaristas de periódicos


“Cualquiera que lea los periódicos online, o publicaciones virtuales, se habrá encontrado con los repugnantes cometarios de los lectores. Clarín no necesita de comentarios porque están envenenando la opinión desde las tapas del diario, pero los comentarios ‘espontáneos’ de Crítica son tan reaccionarios como los de La Nación. Y no puede considerarse una minoría microscópica al grueso de los internados online, con sus reacciones contra Maradona, León Gieco o Hebe de Bonafini. Son un lamentable cuadro de situación protofascista en el encefalograma diestro del pueblo opinador, que tiene muy poca memoria y una capacidad de análisis que no podría competir con la de un chimpancé.”

La nota completa en: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-6140-2010-05-10.html

viernes, 7 de mayo de 2010

Puedo morir como un francotirador


Ya se escucha a lo lejos
el colapso de plegarias,
exhaustos profetas habrán de recibirlas,
la habitualidad se torna ridícula
corredores de bolsa son inútiles
distracciones que ya ni aburren
todos corren al templo,
a ningún lado.

Yo me predispongo
al goce,
al disfrute
de lo mío,
de este sótano,
hoy más lúgubre que nunca.

El último atardecer
no traerá quietud
o quizás si,
ya no importa,
vamos a arder en el fuego
el de nuestra infinita soberbia.

Angustia o locura,
esa es la encrucijada de esta tarde
voy a despedirme
de acusar,
de dudar,
de la impaciencia,
de todo aquello que me hizo extremadamente humano
como el resto
que se entera recién hoy,
de lo único-único que les toca
aquello que nadie puede hacer por nadie.

La negra cosechera terminará cansada,
demasiados turnos para un solo día
hasta me da lástima,
quizás le dedique un brindis
de los tantos,
de los últimos.

Las cerraduras no se abren
a ella no va importarle
un quiebre,
una fisura,
excusas suficientes para su llegada
ella
tan individualista y comunista al mismo tiempo
un reparto socialista que a todos alcanza
y la sensación angustiosamente individual que precede su llegada
es una lástima recibirla aquí,
en este sótano
sin colores,
con casi nada que pueda llevarse,
este lugar podría deprimirla
lo lamentaré
íntimamente lo disfrutaré.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Efecto derrame (de justicia)


"Pero más abominable aún que los imperialistas son los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos.
Yo los he conocido también de cerca. Frente a los imperialismos no sentí otra cosa que la indignación del odio, pero frente a los entregadores de sus pueblos, a ella sumé la infinita indignación de mi desprecio."

Evita - Mi mensaje

sábado, 1 de mayo de 2010

Dedicado a todos los que...

...en este mundo, devenido en supermercado global, tenemos todo por comprar y una sola cosa por vender: nuestro trabajo.



Tengan ustedes un feliz día.

Genio

No hay tiempo ni sustancia que pueda oxidar tanto talento. Gracias por seguir tocando.