jueves, 24 de julio de 2008

5 epitafios esbozados


Hoy he muerto y resucitado. Yace en mí un hombre viejo y nace sobre sus restos un nuevo hombre. Este final coincide con el fin de año maya, con el desvelamiento de un ser libre, con el eterno amanecer que ciega mis ojos...
Aquel esclavo muerto no merece siquiera una lápida, pero nace hoy, aquí, un hombre libre y antes que la eternidad me sorprenda deseo dejar algunos epitafios esbozados.


I


La dignidad como valor se encuentra incluso por encima de la propia vida. Sólo se puede alcanzar la dignidad en libertad.





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II



He muerto enfermo de humanidad.





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III

Yace aquí un hombre libre que nunca vendió su culo, a ningún precio.



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IV


La noche danza para mí. La eternidad se desnuda antes mis ojos y se para erguida. Las velas del ocaso comienzan a apagarse. Yo observo inadvertido mientras calo mis huesos en un sueño profundo.


V

The answer is blowing in the wind

sábado, 12 de julio de 2008

Decir lo que se piensa y hacer lo que se dice


POSTMISTICISMO
Dedicamos este acto de expresión explícita del ser a todos nuestros compañeros. Superlógico.

Ardid efímero

La niña caminaba descalza, en sus ojos podía sentirse el hambre que poco a poco la consumía. Lucía débil, frágil, vulnerable, sin embargo, la niña caminaba sin detenerse.
En su tierno corazón cuidaba la certeza que en ese caminar se fugaba la vida. Pero parecía no importarle perder aquella vida, convertida en una sucia cloaca donde naufragaban sus días rodeados de miserias, enfermedades, injusticias… mientras tanto, la niña caminaba sin detenerse, y a su alrededor el mundo ciego, sordo y mudo… giraba ausente.
La niña caminaba con su mirada muy lejos; ¡nunca debió detenerse ante esa ventana! La escena violenta, su sobresalto, su grito angustiado… y aquella sombra. ¿Qué sería eso? Su tamaño era en exceso voluptuoso para ser un hombre. ¿Tal vez fuese una bestia? ¿O tal vez varias?
La sombra caminaba detrás… La niña comenzó a correr con desesperación, la angustia navegaba por su cuerpo, ella sólo quería regresar a su hogar. Giró su cabeza y vio detrás suyo a la gran sombra persiguiéndola. Apuró su ritmo al extremo, su respirar era agitado. El caminar de su perseguidor parecía más veloz que el correr desesperado de la niña. Pareció detenerse un instante para tomar fuerzas, pero no, la sombra de aquella bestia, hombre o lo que fuese se encontraba demasiado cerca.
Al ver que su final se anunciaba en su exhausto respirar la jovencita se lanzó por una pequeña alcantarilla, por donde el cuerpo grande y robusto de aquel ser no pudiese pasar. Cayó precipitadamente al suelo húmedo y aún invadida por un susto aterrador siguió corriendo bajo tierra.
A lo lejos un nuevo sonido reemplazó el de los pasos apurados, comenzaba a llover…
Con los pies en el agua, la niña corría por la alcantarilla sin pensar en el nuevo peligro que la acechaba.
Seguía adelante buscando una salida lo suficiente lejos para perder a su perseguidor, lo suficiente cerca para aquietar sus temores.
El agua continuaba subiendo mientras la niña, perdida en su huída, no lo percibía.
Estaba agotada de ser una presa tan fácil del miedo. Parecía que su destino sería siempre el de escapar. El agua alcanzaba ya su cintura, recién entonces pudo darse cuenta del riesgo que corría.
Aquel posible escape se había transformado en una trampa mortal. La niña comenzó a gritar desesperada. Pero nadie atendía su clamor. Desde abajo de la tierra podían oírse las conversaciones, los pasos apurados de una ciudad autista, que seguía su andar mientras la niña lloraba con una angustia devastadora.
Un recuerdo, en apariencia olvidado, ocupó por completo su cerebro. Esa agua la había trasladado a las tardes con su abuelo, en el mar. En una de esas tardes el abuelo le había enseñado a descansar en el agua. Ahora, la niña oía la voz del anciano diciendo: “cuando estés cansada de nadar, simplemente colocate boca arriba lo más derechita posible y dejá que el agua te sostenga”.
La niña intentaba hacerlo, aunque su agitado respirar no facilitaba la tarea. Logró mantenerse boca arriba en la turbia agua y con sus manitos se ayudaba para seguir avanzando hacia algún lugar, donde la salve una salida. El agua era espesa, ratas muertas flotaban a su alrededor. Un olor nauseabundo teñía de mayor repugnancia aquella situación.
Un cruel pensamiento comenzó a invadirla “¿para qué volver allí afuera? ¿Para qué seguir escapando o de la bestia, o del hombre, o de las injusticias de un mundo que la había olvidado por completo en un estado de autismo criminal?”.
No había nada nuevo esperándola, sólo dolor, sufrimientos y nuevos escapes para seguir perdurando en un mundo de muertos.
Entonces eligió colocarse boca abajo y esperar que la eternidad la encuentre ofreciéndole una nueva chance.

El cruel verdugo alzará la voz al anochecer

martes, 1 de julio de 2008

Sobre la tibieza

Los tibios, los indiferentes, las reservas mentales, me dan asco. Me repugnan porque no tienen olor ni sabor. Frente al avance permanente e inexorable del día maravilloso de los pueblos también los hombres se dividen en los tres campos eternos del odio, de la indiferencia y del amor. Hay fanáticos del pueblo. Hay enemigos del pueblo. Y hay indiferentes. Estos pertenecen a la clase de hombre que Dante señaló ya en las puertas del infierno. Nunca se juegan por nada. Son como "los ángeles que no fueron ni fieles ni rebeldes".
Evita


Sólo les importan sus dos nalgas (racionalmente tasadas en mediocrilandia). Esclavos que sueñan a ser amos de su paródica realidad. Rezan arrodillados al mercado, un dios pragmático y bienhechor. A ellos la verdad de un nokia-movistar les resulta irrefutable.

Son la aristocracia clase B, la segunda selección resentida por no ser (tener) más. Gente bien que baila por un sueño, sueñan con una posible abstracción, y en cierta medida lo logran, sólo que en lugar de ascender a una instancia superior les toca descender al mundo de la náusea....¡El universo perruno presenta más profundidad que sus conceptos!

Góndolas llenas por dignidad es una ecuación que en general les cierra OK. Sobre lo que queda por afuera prefieren pensarlo como un "orden natural", aunque la naturaleza los lastime hasta llevarlos al escenario hemorroidal.

Un estallido de signos de interrogación en su frente les puede provocar un giro de 180 grados, pero no se asusten, al rato volveran a su idiotez. Su presunta fortaleza individual es plena mansedumbre, se comportan como ovejas guiadas por un pastor ciego y perros mudos.

Algunos se autoproclaman gente común, levantan la bandera de una moral ya derrotada, por ellos mismos pisoteada y orinada, su hipocresía les permite que esa bandera huela a flores y que su alimento, similar al de las moscas, se asimile a un manjar dionisíaco.
Si hay alguno dando vueltas por este espacio les dejo un mensaje: Traten de no frecuentarnos, este es un lugar peligroso, no nos hacemos cargo de los daños colaterales en sus anteojeras.
Muchas gracias.