martes, 3 de agosto de 2010

Por mi gran culpa


- La muy maldita volvió a aparecer. Pero seguramente no la estés viendo, ¿no Manuel?
- No Joaquín. Veo los mismos vitro de siempre: Calasanz enseñándole a leer a un niño, Calasanz intentando acuchillar al demonio...
- Que suerte tienes Manuel, de cuanta angustia te salvas, los señalamientos que te ahorras...veo a la difunta hermana Marta al menos un día por medio, siempre sentada en esa silla, hablándole a uno desde arriba, engreída y pedante. 
- Se supone que como hombres de fe no deberíamos referirnos de esa manera a la aparición de un alma que aún ronda por aquí. 
- Para ti es muy fácil decirlo por que, en lugar de sufrir el atosigamiento se su mirada, disfrutas observando los vitro de nuestro santo patrono. Mientras, yo soy atravesado por la actitud inquisidora de sor Marta. Lo peor de todo es que ni siquiera soy capaz de agachar la vista, de distraerme y mirar para otro lado. Su presencia me atormenta el corazón  y sin embargo me es imposible evitarla. 
- Se me ocurre que quizás la mirada de ella no sea más que la tuya sobre ti mismo...
- ¡Pero Manuel! ¿Desde cuando sales con disparatadas teorías psicoanalíticas? Lo que faltaba, que hagas apología de aquellos charlatanes que no dejan de robarnos fieles. 
- No era esa mi intención Joaquín. No me malinterpretes. Lo que me parece extraño es que solo tú puedas observarla. 
- ¿Crees que miento? ¿Piensas que enloquecí?
- En absoluto pienso eso. Solo digo que me parece raro. ¿Has pensado algún motivo por el que la hermana Marta se te apareciera solo a ti?
- Me incomoda demasiado hablar del tema, hasta me cuesta confesárselo al Señor...
- Tranquilo, Joaquín. Nos conocemos hace más de veinte años, hicimos el seminario juntos. Puedes hablar con confianza. 
- Ella me observó cierta vez haciendo algo que no debía. Entonces lanzó esa mirada que me sigue lanzando ahora, después de muerta, en este mismo instante. Esa mirada que hace estallar en pedazos a mi conciencia.
- Pero, ¿que cosa tan grave pudo haber sido aquello? ¿De qué suceso tan aberrante pudo haber sido testigo como para atormentarte de esta manera?
- Algo que no debía. Algo que no debíamos. ¿Recuerdas a la hermana Soledad?
- Creo que si. ¿La hermana que trasladaron a Córdoba hace algunos años?
- Si, ella misma. Bueno, la cuestión es que sor Marta nos sorprendió a ambos en una situación comprometidamente pecaminosa.
- Puedes decírmelo Joaquín. Recuerda que Dios perdona todo aquello de lo que estemos sinceramente arrepentidos.
- ¡Ese es el punto Manuel! Creo que no me arrepiento, de hecho estimo que volvería a hacerlo. Sin embargo, me  siento desolado y desbordado por la culpa.
- Contarlo te quitará un peso de encima, te sentirás más liviano, creeme. Vamos, dime, ¿que pasó con la hermana Soledad?
- Ocurrió hace diez años, una tarde de domingo. Yo había terminado de dar la misa de jóvenes y estaba ordenando la sacristía para luego ir a descansar a mi habitación. En medio de eso fui interrumpido por la hermana Soledad, me dijo que quería hablar conmigo, que tenía algo muy importante y delicado para decirme. Tomé entonces el recaudo de cerrar la puerta para que nadie escuchara. Me aclaró que si estaba ahí era porque se encontraba por completo convencida de lo que iba a decirme. Me miró fijamente a los ojos y me dijo  lo que yo quería escuchar por un lado pero temía por otro, eso que recuerdo como si me lo hubiese dicho hace tan solo un instante . Dijo, de manera simple y sencilla: "me parece que estoy enamorada de usted." A lo que respondí, de forma más sencilla todavía: "a mi me ocurre algo similar con usted." No necesitamos decirnos más nada, no me pude contener y la besé. Un largo beso Manuel, apasionado y fogoso. El primer beso de ambos después de largos años de la abstinencia producida por el celibato. Te dije que había cerrado la puerta, pero aquella tarde lo que olvidé cerrar fueron las ventanas, lo que trajo aparejado una terrible consecuencia. Cuando terminé de besarla y apoyé mi cabeza en su hombro pude ver, del otro lado de la ventana, el rostro, colmado de sorpresa, furia y enojo, de la hermana Marta. 
- No puedo creer lo que me cuentas Joaquín. ¿Que pasó después de eso? ¿Continuó el romance? ¿Por qué no dejaron los hábitos?
- Aquel fue nuestro primer y último beso. No soporté entonces esa mirada, ni tampoco puedo soportarla ahora. Pensándolo bien, puede que tengas razón, que la mirada no provenga de la hermana Marta. Pero tampoco creo que se trate de mi propia mirada. 
- ¿Y quién te observa así entonces? ¿Quién es capaz de generarte tanta angustia?
- Dios, quién más.


La imagen/musa pertenece al libro “Los misterios del señor Burdick” de Chris van Allsburg.

5 comentarios:

vodka dijo...

se me ocurren un monton de finales entre bizarros y eroticos para este texto. No tengo la excusa de la abstinencia por que soy una mujer biencasada, para gloria del señor y para su santo servicio me inclino ante su labor reproductiva en carne de mujer ¿que estoy menopausica? Y bueno, me quedo el habito.
Gracias por hacerte seguidor de mi blog, para eso pase...ah! yo tambien estoy bastante obsesionada con lo que dice al principio tom lupo en años: lo que progresa es la tecnologia, no el hombre.

paula varela dijo...

hola Martín, me parece tan interesante el tema de la culpa, esa idea abstracta que inventó ¿la religión? Abre tantos espacios de reflexión que me parece muy interesante que escribas sobre eso. El texto en sí y tu forma de escribir también me gusta. Ahora, sobre el texto mismo, me llamó un poco la atención el uso del "tú", es sólo que cuando leo a alguien que habla del "vos" (cosa que no estoy para nada segura en tu caso pero que supongo) me choca un poco que escriban del tú. No sé... muchas veces me pregunto porqué pasa eso... pero nada, son divagues de escritora que reflexiona sobre el propio lenguaje.

Te mando un beso y siempre es un placer detenerme en tus escritos.

Paula

espifanía dijo...

Nilda, es cierto, el texto abre el juego para entrar en el terreno de lo bizarro, porque de movida parte de una situación bizarra que es la de la ilustración que hizo las veces de musa.
Nada que agradecer, está bueno tu blog. Gracias por pasar y leer.

Paula, me alegro de que te haya resultado interesante el tema de fondo sobre el que se va desarrollando el texto que es la angustia generada por la culpa. No se si se puede culpar a todas las religiones en su totalidad, pero sin duda que la moral judeocristiana tiene mucho que ver.
Cuando escribo dialógos a veces los personajes se tratan de "tú", otras de "vos" y otras veces de "usted". Sale la forma de hablar que me despierta el personaje,es más, se podría decir que hasta es el mismo personaje el que elige su propia forma.
Gracias por pasar y comentar.

Rodrigo dijo...

Muy buen texto. A la altura de la silla, cuac. En serio, me gustó mucho.
La culpa es ese monstruo que alimentan las religiones. La alimentan a más no poder, porque nos venden el perdón. Y los desesperados siempre buscan placebos.

espifanía dijo...

Gracias cumpa, así es, la culpa te la regalan y el perdón te lo venden.