Vi un ángel fuerte, que bajaba del cielo, envuelto en una nube, y el arco iris por encima de su cabeza, y su semblante como el sol, y sus piernas como columnas de fuego, y tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra, y clamó con voz potente, como cuando ruge un león.
Su belleza era inevitable, y su inteligencia aniquiladora. Se mostró dulce, y cordial en un comienzo... pero luego pude ver sus piernas de fuego.
Creí estar subiendo al paraíso, o mejor aún, que el paraíso había bajado hacia mí... pero luego comprendí que este ángel me llevaba al mismísimo infierno. Luego de acariciarme el alma durante semanas, de ensañarme a descubrir su esencia, de mostrarme cómo conocer la mía, decidió marchar. Le desee un feliz regreso al cielo, guardé conmigo el recuerdo de los mejores momentos y le di lo único que tenía: este tierno corazón. Le pedí que lo cuidara hasta que volvamos a encontrarnos.
Un día, mientras conversaba con las golondrinas que visitan diariamente mi balcón, este ángel volvió a buscarme. Me pidió que lo acompañe, prometió compartir la eternidad y el más efímero instante... pero en pleno vuelo pude ver sus piernas de fuego, descubrí que era capaz de destruir el mundo en un segundo. Entonces comencé a luchar conmigo y con él para liberarme de sus alas, convertidas en garras. Su belleza fue voracidad y su inteligencia derivó en rapaz ferocidad. Cuando logré soltarme de su pecho, caí precipitosamente. El golpe fue casi mortal... estuve largo tiempo intentando levantarme, cuando comencé a lograrlo pude ver bajar del cielo nuevamente a este ángel diabólico y oí una vez más su clamor con voz potente, como cuando ruge un león.
Su belleza era inevitable, y su inteligencia aniquiladora. Se mostró dulce, y cordial en un comienzo... pero luego pude ver sus piernas de fuego.
Creí estar subiendo al paraíso, o mejor aún, que el paraíso había bajado hacia mí... pero luego comprendí que este ángel me llevaba al mismísimo infierno. Luego de acariciarme el alma durante semanas, de ensañarme a descubrir su esencia, de mostrarme cómo conocer la mía, decidió marchar. Le desee un feliz regreso al cielo, guardé conmigo el recuerdo de los mejores momentos y le di lo único que tenía: este tierno corazón. Le pedí que lo cuidara hasta que volvamos a encontrarnos.
Un día, mientras conversaba con las golondrinas que visitan diariamente mi balcón, este ángel volvió a buscarme. Me pidió que lo acompañe, prometió compartir la eternidad y el más efímero instante... pero en pleno vuelo pude ver sus piernas de fuego, descubrí que era capaz de destruir el mundo en un segundo. Entonces comencé a luchar conmigo y con él para liberarme de sus alas, convertidas en garras. Su belleza fue voracidad y su inteligencia derivó en rapaz ferocidad. Cuando logré soltarme de su pecho, caí precipitosamente. El golpe fue casi mortal... estuve largo tiempo intentando levantarme, cuando comencé a lograrlo pude ver bajar del cielo nuevamente a este ángel diabólico y oí una vez más su clamor con voz potente, como cuando ruge un león.
1 comentario:
En este texto se esgrime claramente la fuerza del angel: la vital imponencia de su figura y de su presencia indómita, hace que su ausencia sea indescifrable. Los ángeles tienen la particularidad de viajar en el tiempo, de enamorar a los mortales en el pasado, y aparecer en los presentes para tentarse a ser atrapados. Siendo fieles a su instinto, hacen gozar y sufrir a la vez. Si le has entregado tu corazón tierno a uno, te lo devolverá fuerte y lleno de magia. Pero te hará pagar por ello. Como a otros tantos mortales que nos rendimos a sus pies. Los ángeles son una corriente de vida, por eso se perciben con esa belleza inevitable e inteligencia aniquiladora. Y generalmente se ocultan en el alma de una mujer.
juanpimolina@yahoo.com.ar
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